Llegó acompañado de sus dos hijas, aquél hombre de edad avanzada que recién había enviudado, malhumorado llevando entre las manos a una pequeña schnauzer a la que él se refería con desprecio como "esta cosa".
Entonces el señor le dijo al veterinario en tono burlón,
-Cómo ve, que ocurrencia de mis hijas, que porque acabo de enviudar, me dan esto para que me haga compañía.
Evidenetemente molesto, escuchó las instrucciones del dcotor con respecto a los cuidados de la pequeña cachorra. Y ante la mirada silenciosa de los presentes, abandonó la veterinaria con visible desaprobación ante el hecho de tener una mascota.
Pocos meses después, apareció con ella, "Pollet" era su nombre. La actitud del hombre era distinta, ahora se refería a ella en forma amable y cariñosa, haciendo alusión a sus caminatas vespertinas, a ver la televisión juntos por largas horas, esperarlo pacientemente en el coche mientras el hacía las compras o pagos en el banco. En la lista del supermercado no podían faltar las galletas favoritas de "Pollet".
Pollet lo había logrado, con silencio y paciencia, había cumplido la misión que sólo las mascotas pueden lograr, siendo una excelente amiga y compañera que lo apartaba de la tristeza de tan dura pérdida.
*Foto representativa
"Una vida entre las patas"
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